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les dio mucho miedo y algunos decían:

«¡Estamos perdidos! ¡Dios ha llegado al campamento israelita! ¡Esto nunca nos había pasado! Nadie podrá salvarnos de ese Dios tan poderoso. Es el Dios que destruyó en el desierto a los egipcios con toda clase de terribles castigos».

Y otros gritaban:

«Filisteos, ¡no se desanimen! Sean valientes. De lo contrario, los israelitas dejarán de servirnos y nosotros pasaremos a ser sus esclavos. ¡Peleen como hombres!»

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